martes, 25 de enero de 2011

De espaldas. Las vueltas del tiempo

Por Leandro Andrini

Me encontré De espaldas en una librería donde el azar cambió las elecciones de lectura; y pude leer el pueblo donde crecí, página a página, no en busca de verosimilitud ni de verdad, sino a través de una multiplicidad que bien escapa al arbitrio que liga referente-significante-significado para crear un pueblo nuevo, para fundarlo (es probable: en las márgenes).
A pesar de ello, no pude escapar a la tentación de ver la esquina de la casa de la señora Chicha, caminar –en febrero a las dos de la tarde- por las arenas del boulevard de la avenida Hansen hacia la estación, sentir la estridencia fantasmal de un tren, ver la llanura que ha adiestrado nuestros ojos para simplificar al infinito… Ese sustrato de realidad que permea en muchas ocasiones nuestra imaginación o nuestro pensamiento, aunque el relato se aparta de esa realidad tangible, concreta, que -sin suprimirla- la sublima. De espaldas: un pueblo fundado: “de espaldas”…
A esta altura de la historia aun no sigue siendo vano desmarcarse de esa idea del principio de superposición, del todo como suma de las partes, o en su defecto que una obra tampoco puede ser analizada a través de los emergentes. De todas maneras para aquellos para quienes  –como yo- la literatura es una afición puede que lo que restallen sean las emergencias, y que se resbalen algunas de las líneas de las sutilezas, que se quiebren las ramas del árbol genealógico, y tantas otras cosas… Me quedaré con algunas emergencias, del todo complejo constitutivo.
Estaba leyendo De espaldas con cierta idea de circularidad (hay algo de ruinas circulares a la Rulfo en "El pozo" y "Herminio H.", dos relatos que me impactaron por el manejo del tiempo -ausentarlo, abstraerlo- en ese personaje clausurado por la relación modernidad/civilización), pero se me rompió (desconsoladamente) en "De espaldas" (¡magnífico relato-ensayo sobre las fotos, sea desde la literalidad con la que se puede leer como desde todo lo metafórico abordado palabra por palabra! Un verdadero caudal de multiplicidades).
Esa circularidad se rompió en un pasaje que es una especie de principio de incerteza, donde una mujer mira (de espaldas al observador) alguna de las siguientes fotos: la de su padre muerto o las de sus dos hijos "infantes". Ahí, en esa mirada, está lo que no vuelve, y el tiempo aparece en su dañina versión entrópica. Subyace en toda esa imagen una ambigua idea de la relación trascendencia/intrascendencia, que tiene algo angustioso o desgarrador. La hija-madre, como frontera o a mitad de camino, “de espaldas” y a mitad de camino. Y la estación o el paraje, dramáticamente se asocian con la voz clausurada de "Herminio H." que con simpleza manifiesta andar “de paso por acá”. Metafísica profunda la de esos paisanos que, desfasada en mirada, legan una manera de ver en distintas perspectivas, las que corrompen la urbanidad en su pretensión iluminista-moderna, y desatan el nudo interpretativo al que nos vamos acostumbrando.
De pronto, leyendo De espaldas, me di cuenta de que la relación que tiene el lector con el libro, en tanto un tercero observe es para ese tercero de espaldas. Un "cara a cara" libro-lector crea entre ellos un vínculo de espaldas a todo lo demás.
“De espaldas”: lo eterno o el infinitésimo de las catorce que desfasa respecto del tiempo del reloj (no hay que esperar la campanada ¡porque no hay medida!). “De espaldas” horada la trivialidad del instante sin que por ello éste pierda su condición… hay sí algo interesante: lo eterno o lo absoluto requieren en este caso de un origen: De espaldas vuelve a la semilla y funda en el pueblo el pueblo “de espaldas”.